A mediados de febrero de 2025, en las calles de Marcos Juárez comenzaron a correr rumores que, como un viento que nadie ve pero todos sienten, traían consigo la sombra de un engaño. Algunos pasajeros expectantes de sus viajes, hablaban entre susurros de sueños truncos, de vouchers que nunca llegaron y de destinos que se desvanecían a último momento como espejismos en la arena. Beatriz Maurer fue una de las primeras en intuir la tormenta: había pagado en dólares, recibido apenas un papel de hotel y una promesa de pasajes que nunca aparecieron. Cuando pidió explicaciones, la respuesta de Lucrecia Cerutti, dueña de Canaan Viajes, fue tan cruda como desoladora: “no sé, se me fue de las manos”.
El 28 de febrero, lo que eran rumores tomaron cuerpo en forma de allanamiento. La justicia había puesto la lupa sobre lo que ya se nombraba en voz alta: una caratula de estafa reiterada. El 13 de marzo, Lucrecia Cerutti, y su hija, Agustina Cerminato, fueron detenidas bajo el delito de “estafas reiteradas” y trasladadas a la cárcel de Bouwer. La fiscalía las acusaba de cobrar por adelantado servicios turísticos que nunca prestaban o dejaban incompletos. Según la prosecretaria de la Fiscalía N° 2, Mayra Vottero, la carátula de estafas reiteradas abarca “el delito por defraudación a distintas personas con el perjuicio económico de terceros para el beneficio económico a favor de las imputadas. Al ser reiterada significa que hay numerosos hechos denunciados”.
La causa, sin embargo, viajó más lejos que cualquier pasajero frustrado de Canaan. Un recurso de apelación llevó el expediente hasta San Francisco, donde la Cámara Criminal y Correccional ordenó la liberación inmediata de las acusadas, aunque la investigación siguió su curso en Marcos Juárez. El 26 de mayo, madre e hija recuperaron la libertad. El abogado Ignacio Rescaldani sostuvo entonces que “la regla es que las imputadas deben permanecer en libertad mientras dure el procedimiento porque así lo dispone el código penal y el principio de inocencia: toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario en un juicio justo por un juez competente”.
Parecía un respiro en la trama, pero la calma duró poco. El 21 de agosto, Agustina Cerminato fue nuevamente detenida. Había incumplido la condición de no delinquir mientras esperaba el juicio en su tan ansiada libertad. Esta vez la denuncia fue por daños y amenazas, y volvió a los mismos pasillos de Bouwer que ya conocía. “Este nuevo cargo se acumula a la causa principal”, explicó la Doctora Mayra Vottero, subrayando que la investigación debía prolongarse y que ahora la Fiscalía evaluaba si Cerminato aguardaría el juicio en prisión preventiva o en libertad, otra vez.
Los damnificados, entre tanto, siguen sumando voces y relatos compartidos por estar todos bajo una misma situación, aquella que enmarca la carátula de la causa, pero que en su trasfondo es más que solo kilómetros y dinero, son sueños y esfuerzo. Adriana Morisi recuerda que debió denunciar en la Fiscalía el mismo día que partía su vuelo, porque la promesa de vacaciones se había transformado en un laberinto de engaños. “No sé si ella dimensionó el grado de daño que provocó en todos los que fuimos afectados”, dijo, refiriéndose a Cerutti.
Hoy, con más de 22 denuncias asentadas en fiscalía y el doble en sede judicial, el caso Canaan sigue abierto como una herida en la confianza de una comunidad pequeña, donde todos se conocen y las historias corren de boca en boca. Como en los cuentos que parecen inventados pero no lo son, aquí la realidad supera cualquier ficción: un viaje que comenzó con valijas y promesas terminó en expedientes, denuncias y la incertidumbre de un juicio que todavía no tiene final escrito.